José Asunción Silva


(Bogotá, 1865 - 1896). Se le reconoce junto con el poeta nicaragüense Rubén Darío como los creadores del Modernismo en Hispanomérica.

José Asunción fue reconocido como niño prodigio y a los tres años ya sabía leer y escribir. Tres de sus hermanos fallecieron en la infancia, llegando a edad adulta tan sólo Elvira y Julia.

Su padre organizaba tertulias a las cuales asistían los miembros del grupo El Mosaico, e intelectuales y escritores como José Manuel Marroquín, José María Vergara y Vergara y Salvador Camacho Roldán.

Famoso por su arrogancia, fue llamado por su institutor Nicolás Esguerra: "José Presunción". Viajó a París, donde conoció a Mallarmé y Moreau, y se trasladó posteriormente a Londres y Suiza.

En 1887 después de la muerte de su padre debió hacerse cargo de las finanzas de su hogar sin mucho éxito. Con su hermana Elvira Inés mantuvo una relación muy profunda y su muerte acaecida en 1891 fue devastadora para el joven poeta. Después de ese infortunado evento compuso sus famosos Nocturnos.

Su crisis económica se agravó y las joyas maternas tanto como los muebles de su casa terminaron en manos de los acreedores. Llegó a tener más de cincuenta procesos judiciales en su contra. Trabajó como diplomático en Caracas y en 1894 en un viaje a Colombia a bordo del vapor francés Amérique, perdió su obra al encallar el barco en Bocas de Ceniza. Sus poemas se publicaron por primera vez en 1908 en Barcelona de manera póstuma y fueron compilados en El libro de versos (1923). Su novela De sobremesa apareció en 1925.

Después de pedirle a su médico que le pintara la localización del corazón en su pecho, se suicidó el 23 de mayo de 1896.



NOCTURNO

Una noche
Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
Una noche
En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,
A mi lado lentamente, contra mí ceñida, toda,
Muda y pálida
Como si un presentimiento de amarguras infinitas,
Hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara,
Por la senda florecida que atraviesa la llanura florecida
Caminabas,
Y la luna llena
Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
Y tu sombra
Fina y lánguida,
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectada
Sobre las arenas tristes
De la senda se juntaban
Y eran una
Y eran una
Y eran una sola sombra larga!
Y eran una sola sombra larga!
Y eran una sola sombra larga!

Esta noche
Solo, el alma
Llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
Separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
Por el infinito negro
Donde nuestra voz no alcanza,
Solo y mudo
Por la senda caminaba,
Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
A la luna pálida,
Y el chillido
De las ranas,
Sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba
Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
Entre las blancuras níveas
De las mortüorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte
Era el frío de la nada...
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectada,
Iba sola,
Iba sola
¡Iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil
Fina y lánguida,
Como en esa noche tibia de la muerta primavera,
Como en esa noche llena de murmullos de perfumes y de músicas de alas,
Se acercó y marchó con ella
Se acercó y marchó con ella,
Se acercó y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se buscan en las noches de negruras y de lágrimas!...